jueves, 15 de diciembre de 2011

Habemus internet (capadillo) en el trabajo

Pues no voy a contar mucho, porque esto es un descanso en el currillo, pero al menos para comunicar que sigo viva y todo va muy bien. Eso sí, curramos bastante (y constantemente amenazadas de que en enero ¡más!) y aún andamos sin internet en casa. Hemos mirado por si podíamos gorronear alguna wifi, y hemos descubierto un proyecto la mar de interesante que nos estamos planteando adoptar: Comprar una fonera (más info en www.fon.com )

Por lo demás, ya tenemos casi todo el ajuar de la casa comprado, hemos hecho limpieza a fondo, y del poco tiempo que nos queda, hemos estado viendo en la tele un par de novelas portuguesas para ir haciendo oído XD

También estuve en el puente en Madrid, y  me dí un disgusto porque perdí el monedero. Los de la estación de Lisboa, uno en taquilla de la companía autobusera, y uno de seguridad, eran dos imbéciles que deberían quitar de esos puestos. Por aquí hay dos tipos de portugueses. Los muy simpáticos y amables que te ayudan en lo que pueden, y los asquerosos malvados que si pueden pasan de ti y te mandan al peo. Pues bien, los de la estación estuvieron jugando conmigo a "te paso la española desesperada porque yo no tomo ninguna responsabilidad en su problema". De taquilla (que él no hacía nada, era tema de seguridad) al jefe de seguridad (que el bus se había ido ¡a otro pueblo!) y me mandaba a taquilla otra vez (que no, que ahí no, que eso si quería reclamar lo que fuera al de seguridad) y éste que nada de hojas de reclamaciones ni teléfonos ni nada, de vuelta a la taquilla. Y ya éste se cansaría del ciclo infernal, me mandó esperar a que abrieran la taquilla uno.

Me senté a llorar en un banco un poquito mientras llamaba a mi pá, y vi pasar un bus frente a mí que se iba a la parte de atrás. Ahí por fin encontré a un autobusero simpático, que me indicó cuál era el bus que había venido de Madrid. Cuando llegué a la puerta, el autobusero estaba escribiendo una nota para llevar ¡mi cartera! a objetos perdidos. Me explicó dónde se había caído y quedado escondida, y yo, ebria de felicidad, le di muchos abrazos.

Volví a llamar a mi compi para que no fuera a recogerme a Lisboa, y a desllamar a quien ya había preocupado en mi frustración. Al menos, ese día tras el sofocón, la historia tuvo un final feliz.

Antes de ir a Madrid, tuve que imprimir los billetes, pero el problema es que a todo sitio que fui, no había ni una impresora. Me recorrí todas las tiendas de camino de casa a la estación, y las de la estación de Sete Ríos  y algunos me mandaban al quinto pino, otros al cono de la Bernarda y así. Y los que tenían impresora no imprimían en ella tampoco. Al cabo de un par de horas buscando, en una tienda de telefonía me dijeron que por el ordenador central debían pedirle permiso al patrón. Yo como soy pesada, puse cara de cordero degollado y el chaval se apiadó de mí y me lo imprimió desde su ordenador... Pero ahí me encontré con muchos más antipáticos que simpáticos... A lo mejor era porque era demasiado temprano, pero ya poco a poco todo va muito melhor!

En fin, rápidamente me despido, sigo a lo mío, espero que os vaya genial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario